sábado, diciembre 10, 2011

Buenos Aires deseada (POR MACRI)

08/12/2011
POR BERTO GONZÁLEZ MONTANER * bmontaner@clarin.com
Ya existe un plan que delinea cómo será la ciudad en los próximos 50 años. Detalles del Modelo Territorial porteño. 

Tan solo cincuenta años atrás las torres de Puerto Madero no existían. Tampoco las de Catalinas Norte al lado de Retiro. La Costanera Sur seguía siendo un balneario popular y en la Norte se ganaban su nombre propio los Carritos de la Costanera. La avenida Juan B. Alberdi, donde yo vivía, era de doble mano, estaba empedrada. Tenía una dársena en el medio y una garita con policía en la esquina. Solo había un edificio alto, amén de la Iglesia Santa Julia, en otra de sus esquinas.
Semanas atrás, la pantalla de canal Discovery presentó la serie 2111, un programa que se preguntaba cómo serán las ciudades latinoamericanas dentro de 100 años. Con animaciones propias de la ciencia ficción y de los juegos electrónicos mostró una Buenos Aires superpoblada, hiperdensa, con edificios de gran altura, y vehículos voladores cruzando en todas direcciones. Una amiga que lo vio comentó horrorizada: “Si ahora estamos perseguidos con la seguridad, ¿qué habrá que hacer para que no te entren por la ventana? Con menos futurología y mayor rigor científico, el Gobierno de la Ciudad acaba de presentar tímidamente en la web (www.ssplan.buenosaires.gov.ar) lo que imagina para la Buenos Aires futura. Esto es el Modelo Territorial, un extenso documento que a grandes rasgos prefigura espacialmente los grandes lineamientos para los próximos 50 años. Y que viene a complementar, con profusión de gráficos y definiciones, el listado de buenas intenciones enunciadas por el Plan Urbano Ambiental aprobado en enero de 2009, tras más de 10 años de idas y vueltas.
Según el Ministro de Planeamiento porteño, Daniel Chaín, hay en la Ciudad hoy 200 millones de metros cuadrados construidos y, según lo permite el Código de Planeamiento actual, se podrían construir otros 300 más. El problema es que todas las inversiones van a parar al mismo lado generando desequilibrios urbanos insostenibles. Lo que busca el Modelo Territorial es proponer una matriz de crecimiento sustentable. Es decir, una planificación para disfrutar mejor de la Buenos Aires actual sin comprometer el bienestar de las próximas generaciones.
A escala microurbana, propone completar lo existente respetando el carácter, la morfología y el paisaje de cada barrio. Pero incorpora un cambio ambiental sustancial: crea la denominada red de Unidades de Sustentabilidad Básica, un sistema compuesto a partir del agrupamiento de las manzanas actuales delimitadas por calles importantes o avenidas. La idea es que allí se mantienen las calles pero se las reacondiciona restringiendo el uso del automóvil, alentando la bicicleta y ganando veredas con vegetación y arbolado para el disfrute de los vecinos.
Por otra parte, el Modelo define cuatro zonas a escala de la gran ciudad donde propone ubicar y consolidar la mayor densidad edilicia. Estos ejes –el Norte, el Oeste, el Sudoeste y el Sur– parten del Area Central y en forma radial se extienden hacia la periferia. A su vez, este sistema será complementado por otra serie de corredores de densificación transversales que irán atendiendo las necesidades de edificación y de equipamiento que produzcan el desarrollo de las nuevas Unidades de Sustentabilidad Básicas.
Otra de las innovaciones propuestas es la nueva configuración de la costa y la redefinición de la relación de los porteños con el río. Adopta como premisa que la Ciudad seguirá creciendo hacia el Este, sobre el Río de la Plata, como lo viene haciendo históricamente y propone “una zona donde desarrollar una serie de espacios públicos que combinen el uso recreativo con otros como la producción de energías renovables, el desarrollo de actividades logísticas vinculadas a la movilidad portuaria, aeroportuaria y terrestre y la generación de nuevas reservas a escala de biosfera que brinden servicios ambientales fundamentales para el avance hacia una ciudad más sustentable”. ¿Será que, entre tantas buenas intenciones, reflote también la polémica Aeroísla?
* Editor Jefe ARQ

viernes, octubre 21, 2011

Una ciudad más justa

Publicado el 16 de Octubre de 2011 Tiempo Argentino 
Por Rodolfo Livingston y Nidia Marinaro
Arquitectos 
 
Por qué el “desarrollo sustentable” remplazó el concepto de que “lo más alto siempre es progreso”. La falta de protección del gobierno de la Ciudad en todos los barrios porteños. 
 
Por qué Buenos Aires tiene que ser una ciudad “alta” como lo proponen los brokers y los inversores? Ellos son los clientes actuales de los arquitectos en el mundo del mercadeo. En la antigüedad, los clientes de los arquitectos eran los  príncipes y los papas, mientras el pueblo construía su propio hábitat. Las cosas no han cambiado mucho, sólo el remplazo de los clientes. Con razón las familias desconfían de los arquitectos que “están para cosas más grandes”. Siempre fue así y así continúa en el mundo hoy dominado por el mercado.
A lo largo de la historia, los edificios más altos expresan el poder predominante en cada época. Las altísimas catedrales góticas en el medioevo señalaban el poder omnímodo de la Iglesia.
Buenos Aires no tiene que ser necesariamente una ciudad más “alta” sino más vivible y más justa, lo opuesto a las dos bellas torres de Kuala Lumpur, en Malasia, que alojan los bancos islámicos más grandes del mundo, es decir el poder de las multinacionales, como hito arquitectónico en un país de altísima pobreza y precariedad laboral. La arquitectura expresa el cuerpo social como la cara expresa a las personas y, como se sabe, los gestos y el cuerpo son más sinceros que las palabras. 
La Argentina es extensa geográficamente. Podemos crecer y extendernos en el “vértigo horizontal” sin pretender alcanzar alturas que simbolizan lo que no somos y lo que no queremos ser. 
¿Y por qué aceptar que “los ascensores serán los medios de movilidad en el futuro”, como dice una nota en la revista 7 Días.dom del pasado domingo 9 de octubre? “Si no tenés nada que hacer te invito a pasear en ascensor, subimos y bajamos desde el piso 392 varias veces. ¿No te encanta el programa?”
Se habla de edificios de 1000 metros de altura (en China, por suerte). Es difícil imaginar a una familia en el piso 324 viendo pasar las nubes debajo de su ventana, como si estuviera en un avión detenido en el aire. ¿Qué pasa cuando la mujer notifica al marido que se acabó el detergente? Ni hablar de asomarse al balcón. Podría ser impulsado por una corriente térmica ascendente, muy conocidas por los pilotos de líneas aéreas, que los haga aparecer en el piso 400. ¿Y los vecinos? ¿Sería posible la amistad entre la señora del piso 300 R con la del 201 N? Ya son difíciles las relaciones en nuestras propiedades horizontales de nueve pisos.
Esos edificios no se harían para alojar personas viviendo allí sino para oficinas de las burocracias de nuevas multinacionales. ¿Las seguiremos invitando para que nos “desarrollen” hasta que rebalse la copa, una idea de los ’90? Hoy creemos en el desarrollo de nuestras propias fuerzas (sugiero leer Vivir con lo nuestro, de Aldo Ferrer) sin abandonar la respetuosa relación, de igual a igual, con el mundo exterior. ¿Por qué aceptar una expresión arquitectónica que no se corresponde con la Argentina actual, que ha dicho no al Banco Mundial y a recetas extranjerizantes? 
Claro que hay que construir nuevas viviendas pero vivibles, sin arruinar la entrañable diversidad de los barrios porteños que constituyen nuestra identidad.
Las torres se levantan en contra de la opinión de los vecinos que ven amenazado su estilo de vida. En Caballito, Villa Urquiza, Villa Pueyrredón y Chacarita existen movimientos de vecinos organizados luchando contra esas torres que les roban luz, irrumpen en el paisaje y modifican las relaciones sociales.
En Villa Pueyrredón, los vecinos organizados lograron modificar el código de su barrio pero los inversores y los brokers no se detienen y ahora logran “reconsideraciones”. Están aliados con el poder municipal que tiende a hacer la vista gorda ante decenas de transgresiones, como lo señala el periodista Sergio Kiernan en incontables artículos publicados en el suplemento “Metro cuadrado” de Página/12. No es fácil para los vecinos luchar contra el dinero aliado al poder, que debería representarlos, en la ciudad de Buenos Aires.
Uno de los argumentos es que hay que densificar Buenos Aires. Una ciudad donde sobran los huecos edificables en pleno centro. Una ciudad que no crece en número de habitantes desde hace años.  
El concepto de que lo más alto es progreso ha sido superado por el concepto moderno de desarrollo sustentable. 
Los vecinos de los barrios organizaron audiencias públicas en la Legislatura de la Ciudad. Los inversores no asistieron, pese a haber sido invitados, pero hicieron oír  argumentos tales como “si quieren oír pajaritos que se vayan a vivir al Tigre”. 
Para levantar torres se demuelen viviendas en pleno uso, algunas valiosas, en nombre del “progreso”, una idea, tan antigua como equivocada.  
En la ciudad de Corrientes, con temperaturas de hasta 50 grados en verano, era posible caminar por las veredas bajo la sombra de los portales de las casas coloniales, que, además, protegían de la lluvia. 
En 1887 el intendente Ramayón mandó demoler esas casas (en pocos días 215 cayeron bajo la piqueta) por considerarlas “pueblerinas y símbolos del atraso”. En su lugar, fueron creciendo casas con fachadas planas, detrás de las cuales se guardan sus habitantes durante las horas de sol inclemente, porque, además, escasean los árboles en esas calles tropicales. La historia se repite. 

POLÍTICA Y ARQUITECTURA. Las torres responden a la misma concepción del espacio ciudadano que en la década del ’90 alcanzó su cenit con la explosión de los countries. Por cierto, un fenómeno de segregación espacial que entonces se materializó en la suburbanización de las clases medias, mientras las viviendas de los trabajadores iban quedando a extramuros de este mundo de ganadores. En este caso el desarrollo era plano. Aparecieron las calles paralelas, una de barro y otra de asfalto, separadas por muros electrificados. 
¿Qué expresan esos mundos? ¿Dónde quedó la vida de los barrios, dónde la movilidad social, la heterogeneidad, de la que todos, incluso los ricos, somos el resultado? 
En el último tramo del tercer gobierno de Perón, la vida pública comenzó a replegarse al mundo privado, el miedo se nos metió adentro. Con el gobierno militar nos quedamos encerrados en nosotros mismos,“enrejados”.
La política económica de esos años nos dejó sin trabajo, precarios, solos, prisioneros en la desconfianza. Dejamos de ser solidarios, al contrario nos “soledaron” al decir del arquitecto y psicólogo Alfredo  Moffat.
Con el que “se vayan todos” el pueblo gana la ciudad de nuevo y quiebra el repliegue. Y es el presidente Néstor Kirchner quien instala la política como un valor en la sociedad, abre el camino a la militancia y ese movimiento genera vida pública.
Ya con el Bicentenario el pueblo ganó las calles de la ciudad para celebrar la patria que ahora sí tenemos. Las plazas, calles, todos los espacios públicos que sirven para interactuar, movilizar. Crear tensión social, conciencia del otro y es con el otro que se puede ir tramando un tejido social, esta vez solidario. 

ARQUITECTOS E INSTITUCIONES. Es lamentable ver que las instituciones de los arquitectos actúen corporativamente defendiendo a ultranza las iniciativas del mercado como si esta fuera la única posibilidad de trabajo. 
En nuestro país la arquitectura es como la hija boba de la cultura, una persona no puede considerarse culta si no sabe historia, pintura y literatura. Pero con toda naturalidad nos dirá: “Yo de arquitectura no entiendo nada.” Seguramente, cuando lo dice piensa en grandes objetos vistos desde afuera y no en los escenarios donde transcurre su vida.
Escenarios y escenas interactúan y modelan nuestro comportamiento social. 
Necesitamos arquitectos que atiendan a las familias reales ya sea para reformas de sus casas, reformas que obedecen a “las películas” de las familias o para hacer casas nuevas. 
Arquitectos cercanos a la gente, arquitectos de familia que atiendan con afecto el inmenso universo de las necesidades humanas y no de su propia vanidad. Y las nuevas viviendas que se construyan deben integrarse a los barrios y no a las nubes.

miércoles, octubre 19, 2011

El sueño de la vivienda propia, cada vez más lejos


Según un informe privado, ahora hace falta destinar 81 sueldos promedios enteros para comprar una vivienda de 60 metros cuadrados. Hace 13 años se necesitaban 65.
PorTOMÁS CANOSA
al 0,7%
Los porteños que quieran comprarse un departamento de 60 metros cuadrados en Capital Federal necesitan ahorrar 81 salarios promedio completos para tenerlo. Una familia necesitaba en 1998 el equivalente a 65 sueldos para poder adquirir la misma propiedad. En la provincia de Buenos Aires ahora precisan 63 y hace 13 años les bastaba con 52.

El sueño de tener una vivienda propia se convirtió en un sueño para una gran porción de la clase media. Según un informe que realizó la consultora abeceb.com, tomando en cuenta los valores promedio del m2 y la remuneración promedio de la economía para un trabajador registrado ($4.822), una persona necesita alrededor de 81 sueldos enteros para comprarse un departamento usado de 60 m2 en Capital Federal.

En 1998, cuando la economía estaba por entrar en una de las recesiones más profundas de la historia argentina, una persona necesitaba 65 salarios mediospara adquirir la misma propiedad. "Esto evidencia que la vivienda se volvió un bien más caro en términos de los ingresos de la familia", aseguraron desde la consultora.

El escenario tampoco mejoró para las personas que quieren comprarse un departamento de las mismas características en el Gran Buenos Aires. Después que la economía creciera a tasas chinas durante ocho años y producto de la evolución de los precios de los inmuebles y de los salarios, ahora necesitan 63 sueldos promedios y en 1998 precisaban 52.

Durante la década del ´90, los bancos volcaban fondos para otorgar préstamos y el crédito hipotecario era una herramienta vital para que las clases medias pudieran adquirir una vivienda. El 29,2% de las escrituras en 1998 se hacían mediante un préstamo, mientras que en los primeros ocho meses de 2011 sólo el 6,1%. "En la Argentina, las escrituras que se realizan con hipotecas han caído a un nivel tan bajo que demuestran la pobre evolución que han tenido los créditos para adquirir una casa o un departamento en los últimos años", manifestaron desde la consultora.

A partir de este escenario, el economista de la Universidad Torcuato Di Tella Eduardo Levy Yeyati planteó la hipótesis de que en Argentina se vive un modelo con redistribución progresiva del ingreso pero con redistribución regresiva de la riqueza. El especialista escribió en su blog que en presencia de tasas de interés reales negativas, la inflación estimula el consumo. Y como las personas no suelen tener suficientes ingresos como para comprarse una propiedad, adquieren bienes de consumo como televisores, autos, heladeras.

El punto es que estas "inversiones" se dan en instrumentos con un valor declinante en el tiempo y lleva a un esquema de redistribución progresiva del ingreso con una redistribución regresiva de la riqueza.

Como los bancos financian hasta el 70% del valor de una propiedad, si una familia quiere comprarse un departamento de 60 m2 en el Gran Buenos Aires (en promedio 309.400 pesos) tiene que tener ahorros por 92.820 pesos, tener ingresos mensuales por 11.560 pesos y pagar una cuota cercana a los 4.050 pesos por mes.

Los montos de los préstamos representaban antes de la crisis de la convertibilidad el 3,5% del PBI, mientras que durante este año llegan al 7%.

sábado, septiembre 24, 2011

LA CLASE MEDIA BASTANTE ALEJADA DE LOS CRÉDITOS HIPOTECARIOS Sólo el 6,5% de las compras de casas y departamentos se realizan con crédito


19-09-11 00:00 Es una de las relaciones más bajas desde 2005 y una de las causas centrales en el enfriamiento del sector. Los especialistas no ven signos de mejora
MATÍAS BONELLI Buenos Aires

El mercado inmobiliario hace tiempo que ya no muestra signos de reactivación fuertes, como a los que estaba acostumbrado algunos años atrás. Durante los últimos tiempos, el común denominador es el amesetamiento de las operaciones.
Dentro de este estancamiento aparece un punto clave, que si bien no explica el 100% de esta situación, está claro que tiene un peso central. La falta de crédito hipotecario –o su imposibilidad de llegar a él– pega cada vez más fuertes en el mercado de los ladrillos.
De acuerdo con datos brindados a El Cronista por la consultora Reporte Inmobiliario –y en base al Registro de La Propiedad Inmueble–, apenas el 6,5% de las operaciones de compra-venta de inmuebles que se realizan en Capital Federal se concretan gracias a un crédito hipotecario. Así surge de comparar la evolución de la cantidad de transacciones concretadas y las hipotecas otorgadas durante el primer semestre de 2010 y 2011.
“El mercado hipotecario está lejos a mostrar una mejor tendencia. Las últimas cifras muestran que no logra despegar y no se esperan grandes cambios en este sentido, lo que todavía hace más complejo el panorama”, sostuvo ante El Cronista Germán Gómez Picasso, director de Reporte Inmobiliario.
Según las cifras oficiales, en los primeros seis meses de este año se escrituraron 50.148 propiedades, aunque durante ese período se registraron sólo 3.269 hipotecas, es decir sólo un 6,5 por ciento. Esa cifra es la segunda más bajas desde 2005, cuando la ecuación fue idéntica. Luego llegaron 2006 (7,8%), 2007 (8,5%), 2008 (7,8%), 2009 (6,8%) y 2010 (6,1%).
Demasiado lejos quedaron las épocas doradas del mercado hipotecario, cuando la relación entre operaciones inmobiliarias y préstamos para la vivienda mostraba dos dígitos. El punto más alto de los últimos 13 años se dio en 1998, con un 33,7%, en tanto que entre 1999 y 2001, cuando se estancó entre el 26,1% y el 26,3%. En 2002 cayó hasta el 4,3 por ciento.
“Esta tendencia es así y viene desde hace algún tiempo, aunque ahora parece agudizarse. Las tasas que se cobran son altas, y además hay mucha gente que no califica para el préstamo. Las condiciones no están dadas para que la situación cambie”, dijo Hugo Menella, titular de Menella Propiedades.
Los compradores que mueven el mercado inmobiliario en la actualidad se diferencian dependiendo de la amplitud de los departamentos.
Por ejemplo, los que van de uno a tres ambientes se distribuyen entre los que tienen la suerte de conseguir un crédito y los inversores que tienen el dinero para comprarlo, sin necesidad de un préstamo bancario.
Los inmuebles más grandes y de mayor categoría, en tanto, están reservados casi en su totalidad a inversores que luego los vuelcan al mercado de alquiler.
“Yo recomiendo a quién pueda, califique y encuentre un banco que se lo otorgue tomar todo el crédito hipotecario que pueda ya que las tasas son negativas en relación a la inflación y la cuota se irá licuando con el tiempo”, dijo Gómez Picasso.

martes, septiembre 20, 2011

Tormenta de ideas en torno al patrimonio


20/09/11 ¿Existe en la Argentina un acuerdo entre desarrolladores y conservadores para preservar grandes áreas históricas con el objeto de hacer negocios? No. El único pacto es de silencio. Y comienza a fisurarse.
En las últimas semanas, el debate acerca del patrimonio en Argentina se ha transformado en tormenta de ideas. Mientras las ONG que lo defienden no cesan de tener adhesiones de los vecinos confirmando una tendencia mundial, algunos colegas de las corporaciones que nos representan levantan la voz en contra de la Ley de protección de la City de la CABA y otras corporaciones similares, como la de La Plata, intentan defender el patrimonio de su ciudad. En este clima electrizado hay cartas de lectores que advierten acerca de la sacralidad de la propiedad privada y amenazan a las ONG con acciones legales y hasta se hizo público un blog de fundamentalistas del mercado, que se autodenominan “liberales libertarios”, que despotrica por el atrevimiento de anteponer el bien común al interés individual.
Para dar aun más resplandor a esta tormenta ha aparecido en esta sección una nota acerca del patrimonio en EE.UU. firmada por Sarah W. Goldhagen (ver ARQ 16.08.11), que nos trae la voz de Rem Koolhaas en contra de las instituciones del patrimonio de ese país. Para los que todavía no salen del limbo de la posmodernidad y para aquellos para los cuales los arquitectos famosos son una especie de celebridades del pop, el embate de Koolhaas podría ser aplicado sin reflexión al incipiente movimiento patrimonialista en la Argentina. Pero, si prestan atención, verán que lo que Koolhaas denuncia, tenga o no razón, no tiene relación con lo que sucede en Argentina. ¿Existe en la Argentina un acuerdo entre desarrolladores y conservadores para preservar grandes áreas históricas con el objeto de hacer negocios con las mismas? No. Es evidente que el negocio inmobiliario local va por otro lado. En EE.UU. pareciera que se gana dinero reciclando áreas históricas y el peligro pasa por la “gentrificación”, que es la expulsión de la población local de un espacio urbano debido al alto costo de los inmuebles y a la imposibilidad de pagar los servicios encarecidos del área recuperada.
Muy lejos de este panorama, en la Argentina, el colectivo de arquitectos dedicados a la conservación el único pacto que parece haber efectuado con los desarrolladores inmobiliarios y con las constructoras es de silencio. Este pacto comienza a fisurarse debido al interés público en el tema. La mayoría de los arquitectos “especialistas” en patrimonio o en historia han vivido ocupados en construir su carrera académica y a lo sumo se ocupan desde los cargos públicos de alguna megaobra, y han dejado durante décadas a la intemperie y en manos de la piqueta a miles y miles de edificios valiosos en todo el país, cuya supervivencia reside desde hace rato en la suerte, el olvido y en los hombros de fundaciones, ONG y vecinos descampados.
Pero aunque Koolhaas podría tener algo de razón en criticar a los patrimonialistas, el lugar en el cual se ha situado este arquitecto en los últimos años no deja de recibir críticas en un contexto de crisis. El director de Arquitectura Viva, Luis Fernández Galliano, en una nota publicada en marzo de 2010, nos instala sin eufemismo en la situación de la arquitectura en los países centrales después de la destrucción de la burbuja bancaria: “La que se ha denominado década inmobiliaria terminó el 4 de enero de 2010. Ese día se inauguró en Dubai la Torre Califa, un rascacielos de 828 metros… apenas unas semanas después del pánico en los mercados que puso al emirato al borde de la quiebra”. Y continúa: “Dubai tiene rasgos peculiares –desde la altura escalofriante de la Torre Califa o el lujo extravagante de un hotel de siete estrellas en el mar hasta las islas en forma de palmera– singular es también su organización política, que excluye de la ciudadanía a la mayor parte de la población”. Galliano afirma que “entre los fascinados por el vigor inmobiliario de Dubai estuvo Rem Koolhaas, el arquitecto e ideólogo que más ha influido con sus escritos en la percepción de la urbe contemporánea, que vio en las ciudades del Golfo “versiones de la metrópolis del siglo XXI”, y “la oportunidad definitiva de trazar un programa renovado para el urbanismo actual” y concluye por fin, “esas esperanzas, que el holandés había depositado antes en la eclosión musculosa de las ciudades chinas, resultan hoy empañadas por el melancólico paisaje de urbanizaciones abandonadas a medio construir, cubiertas ya por la arena del desierto, y la crítica situación social producida por el desplome de los precios de los inmuebles, que ha movido a tantos a irse del país, dejando detrás una hipoteca sin pagar y un coche abandonado en el aparcamiento del aeropuerto.” En síntesis, la crítica de Koolhaas proviene de ese el mundo de los megaproyectos que dejaron la sustentabilidad de lado porque creían que el dinero era un bien infinito y está dirigido a una sociedad conservadora que se aferra a los entornos históricos y los restaura porque encuentra en ellos valores que los megaproyectos y las “metrópolis del s XXI” habían perdido. Es una polémica que nos interesa pero debemos pensar desde nuestro propio diagnóstico.
Ninguna de estas situaciones las hemos vivido en Argentina. Nuestro país se encuentra todavía en la misma situación de los sesenta, en donde hacer lobby para tirar algo era considerado un gran triunfo por las constructoras que dedican parte de sus energías en penosas negociaciones para lograrlo.
No hay ni urbanistas iluminados ni especialistas en patrimonio que puedan determinar que se debe tirar o no sin participación de la gente, los vecinos, los ciudadanos, la población. Eso dice la normativa internacional más avanzada y si son especialistas deberían saberlo. Y como siempre, hacer lo que la gente quiere que se haga, suele ser el mejor negocio.

miércoles, septiembre 07, 2011

La población en las villas creció más del 50 por ciento


07/09/11
Son cifras que abarcan el período 2001-2010. Pese al crecimiento económico, 163.587 personas viven en las villas porteñas. La Rodrigo Bueno, ubicada en Costanera Sur, quintuplicó sus habitantes.
En la Ciudad de Buenos Aires lo que más crece es la población que vive en las villas y en los asentamientos.
Según las cifras del Censo 2010, en esos barrios precarios hay 56.165 personas más respecto de 2001, un incremento del 52,3%. Y como la población porteña creció en esos 9 años en apenas 114.013 personas, se desprende que la mitad de ese crecimiento tuvo como destino las villas y los asentamientos, con sus consecuencias ambientales, sanitarias y de infraestructura.
En total, en las villas de emergencia y asentamientos porteños viven 163.587 personas distribuidas en 40.063 viviendas que ocupan 259,9 hectáreas. En 2001 sumaban 107.422.
Las villas más numerosas son la 21-24 en Barracas, la 31-31 bis en Retiro y la 1-11-14 en el bajo Flores que suman 80.000 personas. En 2001 en esos barrios precarios residían 53.000 personas. Un incremento del 50%.
En contraste, casi una cuarta parte de las 1.425.840 viviendas porteñas – 340.975 unidades – están “deshabitadas” porque corresponden a oficinas, pero también porque son casas o departamentos que están en venta, en alquiler o en avanzado estado de construcción.
En la zona de Retiro o Puerto Madero, las viviendas “deshabitadas” trepan al 40%, el grueso por las construcciones como “inversión” desarrolladas en los últimos años.
Aunque no hay datos de la procedencia de estos nuevos contingentes de porteños, el grueso proviene de países limítrofes (Paraguay y Bolivia) y de Perú. En toda la Capital, viven 381.778 extranjeros, 65.039 más que en 2001.
De aquí se infiere que más de la mitad del crecimiento poblacional se explica por la radicación de extranjeros atraídos, según el INDEC, por las mejoras sociales y económicas de los últimos años.
La presencia de las villas y asentamientos está concentrada en 4 barriosporteños.
En Villa Lugano, Soldati y Riachuelo representan el 32,9% de la comuna; en Barracas, Boca, Nueva Pompeya y Parque Patricios el 16,3%; en Constitución, Retiro, San Telmo el 14,3%, y en Flores-Parque Chacabuco el 12,1%. Respecto de 2001, los mayores crecimientos se registraron en Retiro y Barracas.
Debido al aumento de la población en villas y asentamientos, en las comunas 1 (Retiro), 7 (Flores y Parque Chacabuco) y 8 (Villas Lugano, Soldati y Riachuelo) la población creció entre 3 y 5 veces por encima del promedio de la Ciudad, que fue de apenas el 4,1%.
Así, en esos barrios carenciados, el ritmo de crecimiento poblacional es muy similar, y muchas veces superior, al de buena parte del GBA. Por esa razón, algunos especialistas señalan que hay una “conurbanización porteña”, estableciendo casi una unidad sociogeográfica ya que muchos de esos barrios son linderos con los partidos del GBA.
En promedio, en las villas viven 4,1 personas por hogar, aunque en algunos asentamientos trepa a 7,3 por vivienda, generando serios problemas de hacinamiento habitacional.
“En las comunas 1, 4 y 8 (que corresponden a esos barrios), el porcentaje de hogares hacinados supera el 18,9%”, alcanzando el 22,2% en la comuna que incluye Villa Soldati-Lugano, de acuerdo a un informe de la Dirección de Estadísticas y Censos (DGEyC) de la Ciudad de Buenos Aires. Pero si este indicador se restringe “a las villas, inquilinatos, hoteles, pensiones y casas tomadas el porcentaje de los hogares hacinados ronda el 50%”, cuando en el resto de la Ciudad “apenas llega al 6,3%”.
Otro dato es que las comunas 4 y 8 tienen los porcentajes más altos de hogares que no disponen de inodoros con descarga a la red cloacal pública.
“Los hogares con deficiencia de este tipo de servicio ascienden a alrededor de 10.000”, que se concentran en las comunas 4 y 8 donde están las villas de La Boca y las de Villa Lugano, según el relevamiento de la DGEyC.
En las villas, los habitantes del 73,3% de los hogares no son propietarios ni inquilinos, por lo que son clasificados en el rubro “tenencia precaria” de la vivienda. Otro 10,2% es inquilino y apenas el 16,5% es propietario del terreno y la vivienda. Para el resto de los porteños, estos números están invertidos, ya que 2 de cada 3 habitantes son propietarios de sus viviendas.
Según el Censo 2010, en la ciudad de Buenos Aires 71.275 hogares cocinan o calefaccionan sus viviendas con gas a garrafa: son un 40% más o 21.223 hogares más que en 2001, debido al incremento de la gente que vive en inquilinatos, villas y asentamientos.

El 24% de las viviendas de la Ciudad están deshabitadas

Publicado el 7 de Septiembre de 2011

Sobre 1,4 millones, 341 mil están vacías. Se calcula que cerca de la mitad son oficinas o estudios profesionales. Pero la proporción es la más alta del país: en la provincia de Buenos Aires, es el 17% y el promedio nacional es del 18%.
 
El déficit habitacional sigue siendo uno de los grandes problemas estructurales de la Ciudad de Buenos Aires, donde el Censo 2010 registró casi 341 mil viviendas deshabitadas, mientras que más de 119 mil porteños habitan en ranchos, casillas o piezas de alquiler.
Estos números definitivos, difundidos la semana pasada, continúan siendo materia de análisis por los técnicos del Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec), pero permiten establecer una radiografía de la falta de vivienda, a la que se le suma la condición de hacinamiento, que según distintas opiniones alcanza en su totalidad a más de medio millón de personas en la Ciudad. En tanto, los organismos encargados de brindar soluciones, como el Instituto de la Vivienda porteño (IVC), son despojados de fondos y sus presupuestos subejecutados, según denuncia la oposición.
De todas las viviendas censadas en la Capital, en cuya categoría también se incluyen inmuebles de uso comercial o institucional, el Censo 2010 halló 340.975 sin habitar, de un total de 1.425.840. La gran mayoría de las deshabitadas, 52.411, se concentra en la Comuna 1 (Retiro, San Nicolás, Puerto Madero, San Telmo, Montserrat y Constitución), y constituye el 40% del total de esa área porteña. Si bien los técnicos consideran que una alta proporción de todos los espacios desocupados, posiblemente cercana al 50%, se trata de oficinas, clínicas o estudios profesionales, la cantidad sigue siendo alta comparada con otros distritos populosos, como la provincia de Buenos Aires, y supera por varios puntos a la media nacional. Entre las variadas razones de esta desproporción, fuentes consultadas por este diario mencionaron la propensión a construir y atesorar propiedades suntuosas, y la inversión inmobiliaria en alza, que empuja los precios del mercado. En contrapartida, la falta de créditos para sectores medios y planes profundos de vivienda social, engrosa el segmento de la población que vive en condiciones precarias o de hacinamiento.
Jaime Sorín, ex decano de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la UBA, consideró que una clave para revertir esa situación sería “poner un impuesto a la vivienda desocupada, que la vivienda se convierta no sólo como una inversión sino sea parte de un interés social. Además no debería haber inmuebles sin alquilarse, lo que también llevaría a una baja en los valores de los alquileres. Hay que tener en cuenta que casi el 30% de la ciudad alquila”, señaló Sorín a este diario.
En la misma línea, un informe interno del equipo asesor del legislador Francisco “Tito” Nenna, expone que “la hipervalorización del suelo, la retención especulativa del suelo y de viviendas, se compone también de alquileres que favorecen los derechos de los propietarios más que el de los inquilinos”. A su vez, agrega que “la inequidad se evidencia en el boom de la construcción de departamentos suntuosos y lujosos, el 80% de los nuevos metros cuadrados residenciales que se concentran en el 32% del territorio más rico, mientras los sectores más pobres en el sur sólo concentran el 1,9% de los nuevos metros cuadrados residenciales”. El arquitecto y urbanista Manuel Ludueña, quien participó de ese informe, agregó que “la retención de viviendas es tradicional porque es una forma de ahorrar de muchos, pero lo mayoritario está en los bienes suntuosos que los usan como negocio”

martes, agosto 09, 2011

La tierra agrícola ya vale casi la mitad del PBI en la Argentina Llegan hasta 15.000 dólares la hectárea. El precio acompaña el alza de los granos.


La soja lo hizo. El potente negocio que gira alrededor de ese cultivo provocó una fuerte revalorización del principal activo con que cuenta la Argentina: sus tierras agrícolas. Desde 2001, según un estudio de la Bolsa de Comercio de Rosario, el valor de los campos registró un aumento en dólares superior al 120% . Así, las más de 31 millones de hectáreas que hay en producción pasaron a valer la friolera de 155.000 millones de dólares, el equivalente a 42% del PBI . O más del dinero que se necesitaría para cancelar la deuda externa, ubicada hoy en US$ 127.000 millones.
Los datos sobre cuánto cuesta la superficie que este año aportará una cosecha de casi 100 millones de toneladas y 30.000 millones de dólares en exportaciones fueron calculados por los economistas rosarinos multiplicando la superficie sembrada en la campaña 2009/10 (algo más de 31 millones de hectáreas) por unos 5.000 dólares, el precio promedio por hectárea. Es que, según su ubicación y aptitudes productivas, el valor de un campo puede variar significativamente, desde menos de 1.000 dólares a picos de 16.000 dólares en las mejores zonas agrícolas.
Es el caso de la llamada zona maicera (donde, en realidad, hoy abunda la soja), ubicada entre el sur de Santa Fe y el norte de Buenos Aires. Allí, la cotización de la hectárea agrícola pasó de unos 4.000 dólares en 2000 a unos 15.000 dólares en la actualidad.
Pero como la divisa se depreció cerca del 70% desde entonces, el análisis partió de un valor base para principios del milenio de 6.800 dólares por hectárea. “El incremento real habría sido de 121%”, determinaron los expertos.
Las cifras coinciden con las que publica la inmobiliaria especializada Compañía Argentina de Tierras. Para 2010, la firma calculó que en los partidos de Salto, Pergamino o Rojas los precios de los campos promediaban los 15.500 dólares en marzo pasado. Solamente en un año, habían aumentado más de 20% en dólares.
El fuerte crecimiento de la soja en el esquema agrícola argentino tuvo que ver mucho con esta revalorización. En 2000/01, el poroto ocupaba menos del 40% del área sembrada, mientras que ahora su participación trepa a más del 58%.
Pero el informe de la Bolsa aclara que “el valor de la tierra aplicada a otros cultivos no se ha incrementado tanto”. Esto explica por qué el promedio nacional es apenas una tercera parte del costo de la mejor tierra agrícola.
“El precio de la tierra depende, fundamentalmente, del precio del bien que produce esa tierra. Y esto se puede ver claramente teniendo en cuenta el precio que tenía la soja en 2000/01, cuando su valor FOB llegaba a 160 dólares, contra alrededor de los 500 dólares o más a que cotiza en los últimos tiempos”, razonó el trabajo.
El alto valor de la tierra agrícola ha sido un argumento muchas veces utilizado por el Gobierno para desacreditar los reclamos del agro. Según el razonamiento, no tienen razones las quejas de un chacarero de 100 hectáreas del sur santafesino por el hecho sencillo de que dispone de un capital cercano al millón y medio de dólares, lo que a los ojos de cualquier mortal lo convierte en un millonario.
Sin embargo, según diferentes estudios, en un año de excelentes precios como el actual, la rentabilidad del sector productor (antes de impuestos) se podría ubicar entre 3.000 y 4.000 millones de dólares. Es decir, el retorno que recibe el sector equivale a 2 a 2,5% del valor de la tierra que cultiva.