jueves, octubre 16, 2008

Por los caminos de la ciudad difusa

CIENCIA › DIALOGO CON PABLO CICCOLELLA, DOCTOR EN GEOGRAFIA

Agotado, exhausto, golpeado por la geografía incomprensible de una ciudad que no consigue comprender, el jinete se acerca a quienes estudian el cambio y esa forma del olvido que ha dado en llamarse permanencia.

 Por Leonardo Moledo

–Usted es el director del Instituto de Geografía de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA.

–Eso dicen.

–Y es geógrafo.

–Licenciado y profesor en Geografía por la UBA, doctor en Geografía, ordenamiento territorial y urbanismo en la Universidad de París III. En realidad, yo aquí cumplo tres roles bien diferentes y complejos. Uno es la gestión del Instituto: garantizar los mínimos requisitos para que se puedan producir conocimientos aquí adentro. Por otra parte, como la mayoría de mis colegas, soy docente de la carrera de Geografía de esta facultad, a cargo de dos cátedras. Y, además, soy director de un proyecto de investigación.

–¿En qué?

–Crecimiento económico y fractura socioterritorial en la poscrisis metropolitana.

–Es un poco largo.

–En realidad nuestro equipo tiene un acervo de producción de conocimientos sobre las transformaciones y las dinámicas de la Región Metropolitana de Buenos Aires (Capital Federal, el Gran Buenos Aires y unos 15 partidos más que formarían la tercera corona). Todo eso, para nosotros, configura una única cuenca funcional en términos de producción, trabajo, movimientos cotidianos, mercados inmobiliarios. Para nosotros ésa es la metrópoli real y, aunque hay discontinuidades urbanas, lo consideramos un núcleo funcional grande que alberga a unos 14 millones de habitantes.

–¿Qué es lo que cambió y qué es lo que permaneció en esta metrópoli?

–Bueno, en términos de permanencia se observan bastante intactas ciertas tendencias que observamos en los ’90. Procesos que tienden a la formación de lo que en Europa se llama “ciudad difusa”.

–Una ciudad difusa... qué lindo término... lo voy a usar en el título. ¿Qué es?

–Una ciudad cuyos suburbios crecen casi hasta el infinito. A eso le llamábamos “hinterland”: el área de influencia de una ciudad, hasta dónde llegaban los fenómenos que tenían que ver con la producción, la distribución, la influencia política y social. Eso es lo contrario de la “ciudad compacta”, que tiene los límites más precisos. Hoy las grandes ciudades han formado una especie de red urbana o archipiélago urbano que el desarrollo del transporte contribuye a mantener más o menos unido. En Europa eso ocurre con los trenes de alta velocidad; aquí con las autopistas: de alguna manera permite que cosas que están a 90 kilómetros funcionen como un todo, por más que en el medio encontremos hiatos pastoriles, ganaderos.

–¿Y qué es lo que permanece en la ciudad difusa?

–Lo que permanece en los 2000 en términos morfológicos es una cierta tendencia a la agudización de un proceso de suburbanización, que consolidaría este modelo de “ciudad difusa”. Hasta los años ’70 se podía pensar que el modelo respondía al de la ciudad compacta, pero luego esto se revirtió. El paradigma de la ciudad policéntrica y desparramada en esa época era Los Angeles.

–Y ahora Buenos Aires se parece a Los Angeles.

–No sólo Buenos Aires; por eso se habla de proceso de “angelización” de las metrópolis sudamericanas. También permanece la tendencia a la consolidación de una estructura socioterritorial históricamente desigual. Eso no ha cambiado mucho: todo el desarrollo inmobiliario posterior a la crisis de 2002 repite más o menos los patrones de desarrollo de los años ’90 (con algunas pocas excepciones, como Barracas). Pero los núcleos centrales siguen siendo Puerto Madero, Belgrano, Núñez, Caballito.

–Y los vecinos que protestan por las torres.

–Efectivamente, se ha generado una cantidad de movimientos sociales que resisten este proceso de verticalización y de densificación urbana que las normas, efectivamente, permiten. El Código de Planeamiento Urbano lo permite y, a pesar de eso, vecinos de distintos lados de la ciudad plantean que habría que poner en tela de juicio no sólo la altura de los edificios sino el proceso de densificación en sí, que tiende a desnaturalizar ciertas morfologías que forman parte de la identidad de algunos barrios (los casos de Caballito y Palermo son emblemáticos).

–Eso es una novedad, ¿no?

–Efectivamente: muchos ciudadanos han tomado conciencia de que la ciudad es mucho más que lo que los rodea (la plaza de la vuelta, el bache en la calle, el policía en la esquina), que era un poco la agenda de los ’90, y empezaron a pensarse como parte de una ciudad más grande y con sus singularidades.

–¿Qué tiene de singular Buenos Aires?

–En el contexto de la ciudad latinoamericana, Buenos Aires es una ciudad que todavía no ha sido arrasada por procesos de modernización agresiva o de renovación urbana. Si uno anda por San Pablo o por Santiago, uno siente que esas ciudades parecen haber sido verdaderamente arrasadas por un proceso muy agresivo de renovación urbana. A gran escala, van desapareciendo ciertas formaciones (acá podríamos hablar de la casa chorizo) y son reemplazadas por otras mucho más grandes (torres). Eso acá pasa, pero el proceso no ha sido tan intenso como en otras ciudades.

–Pero Buenos Aires no conserva mucho patrimonio histórico.

–Buenos Aires ha logrado mantener en pie cierto patrimonio, no de la ciudad colonial, sino de principios del siglo XX: una arquitectura neoclásica y europeizante que hace de Buenos Aires una ciudad bastante singular frente a la monotonía que uno puede observar en otras ciudades del continente. Es singular, también, desde el punto de vista urbanístico: es una ciudad relativamente ordenada (aquí me refiero a la Ciudad Autónoma de Buenos Aires), que en cierta medida hace que el turismo internacional quede encantado. Además está la movida cultural, el tango, que contribuyen a crear una personalidad específica muy interesante. Creo que esa cuota de cosmopolitismo arquitectónico la hace única.

–Me estaba contando, antes de esta breve oda a nuestra ciudad, qué es lo que cambiaba y qué lo que permanecía.

–Sí. Le estaba diciendo que permanece una cierta planificación morfológica, la fractura social y territorial. Ha aumentado la cantidad de salarios medios necesarios para acceder a una vivienda, tanto en La Boca como en Palermo (aunque en este último aumentó 7 veces más). La fractura entre Recoleta y Parque Patricios, por decir un ejemplo, siempre existió, pero se hablaba de una duplicación del valor. Hoy podemos encontrar casos extremos donde esos valores se quintuplican. Aparece Puerto Madero como otra opción de altísimo proceso de valorización en contraste con toda la zona sur. Caballito ha tenido también un proceso de valorización muy fuerte del suelo, que se ha orientado a los sectores de ingresos medios altos y altos. Tampoco ha aparecido una opción masiva vinculada a los sectores populares. Hasta aquí, más o menos, lo que permaneció. Lo que hay de nuevo tiene más que ver con la esfera de lo económico: la reinstalación de ciertos procesos productivos que estaban en germen. La ciudad vuelve a ser un ámbito de producción.

–¿De qué?

–Por ejemplo, de industrias culturales. No es casualidad que Buenos Aires tenga un liderazgo en ese aspecto: se trata de una recuperación del rol productivo. Pero también se ha fortalecido enormemente la actividad turística receptiva. Se ha armado, por ejemplo, una suerte de “cluster” con el tema del tango: el tango como producto discográfico, como espectáculo, como academia, como proceso de experimentación en la calle. Allí aparecen, tímidamente, nuevos nichos para desarrollar por la industria inmobiliaria. Irrumpen nuevos barrios con un novedoso desarrollo inmobiliario inexistente en los ’90. Lo que hay de nuevo, entonces, es la insinuación de una expansión territorial que antes estaba concentrada en muy pocos lados (sin llegar al sur de la ciudad, que sigue siendo un gran vacío, en parte por la ausencia de políticas estatales). La otra novedad es el hecho de la aparición de nuevos asientos marginales. Aparecen ocupando lugares del mapa nuevos 20 o 30 asentamientos, pequeñas villas miseria, que no existían. Es una novedad territorial que tiene que ver con un proceso que no es nuevo: la pauperización de la sociedad argentina en general.

–En Río de Janeiro, las favelas están en el medio de la ciudad, o, por lo menos, son visibles... ¿Acá está pasando eso?

–Menos, porque la topografía es más avara. En Río lo que ocurre es que las villas están situadas en las laderas de los morros, lo que las hace muy visibles. En Buenos Aires esto no se da. Además, dentro de la ciudad de Buenos Aires la incidencia del hábitat precario no es tan alta como en otras ciudades latinoamericanas. Si uno tuviera que dar cuenta del conjunto de la situación de precariedad habitacional, estamos en el orden del 10 por ciento.

–Pero las villas han crecido mucho.

–Sí. El proceso de marginalización ha seguido vigoroso en los últimos años. Tal vez tenga que ver con la cantidad de inmigración desde el interior o desde países limítrofes. El lugar donde es brutalmente visible la villa miseria en la ciudad es en la autopista Illia, cuando uno va hacia la Costanera. Es la situación más parecida a la de Río: uno atraviesa la villa de punta a punta... Pero en el caso de Buenos Aires hay que ir en busca de las villas, no forman parte del paisaje. Otra novedad es la verticalización dentro de la villa miseria: se ha generado un mercado informal dentro de la villa miseria, donde las viviendas se venden en 30 a 40 mil pesos. Se alquilan habitaciones a precios que no varían demasiado con respecto a las pensiones. Digamos que con eso tiene un panorama bastante completo de lo que cambia y lo que permanece.

–Creo que sí.

–La idea ahora es trabajar sobre cuáles serían las principales evidencias territoriales, sociales y económicas de la etapa de la poscrisis. Así que nos vemos en un tiempo para que le cuente los resultados

"Se ha diezmado el patrimonio cultural"

Lo dice el arquitecto Daniel Schávelzon

Por Carmen María Ramos 
Para LA NACION 

Las políticas patrimoniales aplicadas en el país tienen problemas graves que no se deben sólo a una mala práctica, sino a la ausencia de una acción coherente, pública y privada, respecto de la herencia cultural. El que lo afirma es Daniel Schávelzon, arquitecto de 58 años, con una maestría en restauración de monumentos arqueológicos y un doctorado en arquitectura precolombina (México, 1981 y 1984).

"El nuestro es un patrimonio que ha sido diezmado y cada día es menos lo que nos queda", dice quien desde hace más de 30 años se especializa en arqueología histórica en áreas urbanas.

Sus trabajos son reconocidos por haber descubierto el valor de lo que encierra el subsuelo de Buenos Aires. Creó y dirige, desde 1991, el Centro de Arqueología Urbana; el Area de Arqueología Urbana en el gobierno porteño, desde 1996, y el Area Fundacional de Mendoza, desde 1988, entre otros. Es profesor titular de la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo de la UBA, e investigador principal del Conicet.

Autor de más de 300 trabajos en revistas científicas y de divulgación de diferentes países, ha publicado una treintena de libros sobre temas de su especialidad; entre otros,Arqueología de Buenos Aires Historia del comer y del beber en Buenos Aires , y Mejor olvidar. La conservación del patrimonio cultural argentino .

El título de su último libro es elocuente: Mejor olvidar . ¿Tanto maltratamos los argentinos nuestro patrimonio?

-Sí, más de lo que podemos soñar en nuestra peor pesadilla. Porque primero debemos definir bien cuál es, o cuál era, nuestro patrimonio verdadero, y luego ver si, por preocuparnos de cosas que no eran sustanciales, dejamos de lado lo importante. No hace falta recordarle a nadie que la Casa de la Independencia de Tucumán fue hecha en 1942; el Cabildo, en 1939, y todos los monumentos que representan nuestra independencia han sido, en el mejor de los casos, profundamente alterados. Si ellos fueron tratados así, ¿qué decir de lo demás? Pero también hay otras miradas: lo que hoy es una subsecretaría del gobierno de la ciudad era, hace sólo diez años, media docena de personas de buena voluntad que hacíamos lo que podíamos. Y antes de 1996 éramos, simplemente, enemigos a combatir. Hoy existe un casco histórico, donde se sostiene una postura. Recordemos que por proponer la preservación de San Telmo, en la década de 1970, a José María Peña lo amenazaron en público y por escrito. Hoy existe en Buenos Aires una carrera de restauradores-conservadores y hay en el país media docena de posgrados, lo que no es algo menor. El tema está en los medios. Por algo es.

-¿Puede resistir la conservación ante la presión inmobiliaria?

-Nadie quiere que alguien pierda dinero. Por eso existen sistemas de intercambio de metros cuadrados por construir de un lugar a otro y diversas medidas similares ya ensayadas en el mundo. Que a nuestros arquitectos o urbanistas o funcionarios no se las enseñen es otra cosa.

-¿Cómo resolvería el tema de casas de valor patrimonial que sus dueños quieren vender como terreno para levantar torres?

?No tenemos un Estado que las compre y compense las pérdidas, como en muchos países. En algunos sitios, una propiedad aumenta su valor por cada año de edad. Buenos Aires tiene la misma cantidad de habitantes que hace 50 años. ¿Por qué necesita aumentar tanto su escala? No lo sabemos; nadie estudió el tema. Se ha preferido plantearlo en términos de conflicto, en lugar de buscar alternativas. Se gana un tiempo que es el enemigo de la preservación, porque cada casa que cae es otra pérdida.

-¿Cómo entender casos de preservación como los docks de Puerto Madero, finalmente rodeados de torres, como una barrera de hormigón que separa más a la ciudad del río?

-Eso es un absurdo que, entre otras cosas, fue la causa de que Buenos Aires no fuese declarada patrimonio de la humanidad por la Unesco. Gracias a esa barrera frente al río, nos inundamos, y el agua no se escurre por las napas. Lo estamos pagando muy caro. Hay que seguir una historia del pensamiento preservacionista, para tratar de encontrar dónde se cometió el error, dónde se bifurcaron los caminos. El otro pensamiento, el del mercado desaforado, no necesitamos estudiarlo: lo conocemos. Quien no entienda que el ?torricidio? de la ciudad lo que ha creado es subdesarrollo, y no desarrollo, o mira para otro lado o confunde las cosas. Que le convenga, de acuerdo, pero no confundamos el interés privado con el colectivo.

-¿Hubo una evolución en el concepto de patrimonio?

-Sí. Hoy ya entendemos que no son patrimonio sólo los símbolos del nacionalismo, de lo militar y lo clerical. ¿Quién puede decir que una creencia es más importante que otra? ¿Quién puede asumir que un culto formal es más importante que la Difunta Correa? Durante mucho tiempo se discutió acerca de qué cosas componían nuestro patrimonio. Ahora, además, nos preguntamos quiénes eran los que tomaban las decisiones en nombre de todos, por qué nos quedamos afuera tantos de nosotros. Hace un siglo, el tema era de amateurs, coleccionistas y abogados amantes del arte. Después fue de los arquitectos. Ahora surgen los restauradores formados como especialistas. Por suerte, todo cambia.

-Ese Mejor olvidar del título de su libro, ¿es algo definitivo o hay un futuro con el que ilusionarse?

-Soy positivo. Intento construir racionalidad, pero lo destruido, lo sacado legal o ilegalmente, ya no está más, ni va a volver. El patrimonio se pierde de una vez. Si es por culpa de otro o por error nuestro, da lo mismo: se acabó. Ese es, en realidad, el comienzo sobre el que debemos reflexionar: que no hay marcha atrás y que lo que discutimos es mejorar nuestra calidad de vida, no mantener mausoleos. El tema no se resuelve con declaraciones o carteles en la calle o folletos en color. Ni siquiera con leyes, sino con políticas culturales serias. Ni más ni menos.

martes, octubre 14, 2008

Prioridad peatón: promesa con trampa

http://www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=1058693


Por Norberto Chaves
Para LA NACION

El proyecto de intervención física sobre el Casco Histórico de Buenos Aires -Prioridad Peatón-, cuya piedra de debate ha sido la "peatonización" de la calle Defensa, fue objetado por los vecinos y suspendido por la justicia porteña. Esta suspensión inicial, ahora negociada, podría considerarse, en principio, un triunfo de la cultura urbana frente a la tendencia globalizadora, predominante en las políticas oficiales de desarrollo urbano; pues las implicaciones de tales políticas son mucho más graves que las denunciadas por los propios defensores del barrio.
Los objetores del proyecto, con sólo defender el actual carácter barrial del Casco Histórico, han puesto el dedo en la llaga del dilema tipo de todo plan de recuperación: perder lo "recuperado". Sobran los antecedentes que dan prueba de dicho riesgo y, entre los casos más conocidos, está la degradación del Casc Antic de Barcelona, ciudad tomada como modelo por los apólogos de la conversión de las áreas de interés histórico en parques temáticos que atraigan un alto flujo de consumidores, ajenos a lo que fuera un barrio de vecinos.
Tomemos como ejemplo aquella "piedra del escándalo": la "peatonización" de una calle de un barrio histórico con interés simbólico y paisajístico. De ello, Barcelona nos brinda un ejemplo inmejorable: la veloz reacción en cadena de la degradación social, cultural y física del barrio. El encadenamiento de causas-efectos es aproximadamente el siguiente.
"Peatonización". Incremento del flujo de paseantes atraídos por la oferta escenográfica. Subida inmediata de los valores inmobiliarios. Expulsión de vecinos por inaccesibilidad a los nuevos alquileres o por venta de sus propiedades sobrevaluadas. Ingreso de empresas comerciales con capacidad financiera, atraídas por el flujo. Nuevo incremento del flujo. Consiguiente recambio socio-cultural del barrio. Sustitución del comercio de barrio por el comercio de abalorios y curiosidades (suvenires, gadgets, diseño, moda) y de ocio (bares de "tapas", cadenas de restaurantes, "mendigos cualificados" como las estatuas humanas). Decoración caricaturesca del barrio como parque temático. Nuevo incremento del flujo de personas ajenas al barrio, no identificadas con él. Predominio de comportamientos descomprometidos, masificados. Bullicio nocturno. Creciente suciedad que excede las capacidades de los servicios de limpieza. En síntesis: muerte del barrio.
Las calles principales del Casc Antic de Barcelona han sido tomadas por extraños: tanto los que allí compran como los que allí venden son invasores. A los vecinos se les ha expropiado su barrio y los que resisten cuelgan carteles en sus balcones clamando: "¡Silencio: aquí vive gente!".
En la degradación de un barrio, el flujo de curiosos es mucho más depredador que el automóvil. Lo que modifica el perfil del barrio no son los vehículos, sino los peatones. La transgresión de la tipología urbana implícita en la "peatonización" de áreas históricas no es entonces un mero cambio paisajístico; pues desencadena un cambio sociourbano indudablemente negativo.
¿Cuál ha sido la argucia que da luz verde a estos operativos, librándolos de toda sospecha? Simplemente, la milenaria táctica de ocultación de los verdaderos fines. Las obras de remodelación de los centros históricos rara vez van acompañadas por la difusión pública de sus reales objetivos. Se habla de "puesta en valor", "recuperación", "dignificación", "revitalización", "modernización" para darse por supuesto que dichos términos significan mejoras obvias para el barrio, cuando no lo son.
Una formulación satisfactoria de cualquier intervención sobre un área urbana con valor patrimonial debe partir de una serie de definiciones previas que blanqueen motivos y fines del operativo, a saber:
1) Explicitar el perfil actual del barrio y sus valores, físicos y, primordialmente, socioculturales.
2) Tomar posición ante ese perfil urbano, o sea, refrendar el actual o proponer explícitamente un perfil distinto.
3) Diagnosticar, en función de lo anterior, las características favorables y las desfavorables al perfil propuesto.
4) Proponer las medidas pertinentes, con las garantías de que no desaten efectos secundarios perniciosos.
Estas definiciones, explícitas y claras, permitirían, antes de actuar, ser consensuadas con los vecinos; que no sólo "se alojan allí", sino que reconocen en ese barrio su lugar, el lugar que les pertenece y al cual ellos pertenecen. Podrá entonces definirse democráticamente si hace o no falta intervenir y, en caso afirmativo, determinar el sentido y las características de la intervención. Y formular así un proyecto serio, o sea, respetuoso con los reales dueños del barrio.
Pero los proyectos municipales no suelen blanquear los fines ni prever los efectos secundarios (que suelen ser los perseguidos) ni, mucho menos, consensuarlos con los vecinos. Los gobiernos municipales no se asumen como reguladores y equilibradores de la vida urbana, sino como dueños de la ciudad y socios de quienes lucran con ella. Los proyectos aparecen, por lo tanto, sin argumentación de fondo. Toda "mejora" es dada por válida per se: restricción de la circulación de vehículos, aumento del nivel de iluminación, incorporación de equipamiento "de diseño", etcétera, aparecen como medidas en sí mismas progresistas, cuando llevan latente un alto riesgo de efectos secundarios negativos; medidas con que se mata a la gallina de los huevos de oro: las supuestas mejoras se transforman rápidamente en "peoras".
Por ignorancia o encubrimiento, la gestión urbana elude el hecho obvio de que un centro histórico con perfil urbano de barrio de vecinos es un área frágil, ultrasensible, en la que toda alteración de sus características físicas constituye una potencial amenaza de alteración del sistema de actividades que cualifica al barrio como tal. Este fenómeno se repite ciudad tras ciudad, y hoy se instaló en un barrio emblemático de Buenos Aires.
El Casco Histórico de Buenos Aires disfruta -todavía- de un sorprendente equilibrio entre vida propia, interna y concurrencia externa a su oferta esencialmente cultural. Toda intervención -de realizarse- debería apuntar a consolidar ese frágil equilibrio y no a acelerar el previsible proceso de desnaturalización del barrio.
El proyecto Prioridad Peatón es, en realidad, la forma encubierta de otra prioridad: la de rentabilizar el barrio como cluster de consumo para beneficio de inversores y usuarios ajenos al lugar. A los efectos prácticos, resulta irrelevante si el gobierno de la ciudad actúa por ignorancia o por intereses propios. El proyecto debe ser interrumpido, e implantarse el principio de "no innovar", para bloquear todo proyecto que no cumpla con las exigencias de rigor en todo plan urbano social y altamente responsable.
El autor es asesor en identidad y comunicación institucional, profesor en temas de arquitectura, diseño y comunicación. Es vecino de Casc Antic de Barcelona desde 1977.


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miércoles, octubre 08, 2008

Fuerte caída en la venta de inmuebles en Buenos Aires

Por Oliver Galak 
De la Redacción de LA NACION 

Una combinación de factores internos y externos, de causas específicas del mercado inmobiliario y de datos de la economía general produjeron en agosto una fuerte caída en la venta de inmuebles en la ciudad de Buenos Aires.

En ese mes se autorizaron 5654 escrituras de compraventa por un monto total de $ 1285,5 millones, lo que representa una caída del 23,13% sobre el dinero involucrado en las operaciones de agosto de 2007. La cantidad de operaciones cayó, en términos interanuales, un 13,28%, según datos difundidos ayer por el Colegio de Escribanos de la ciudad de Buenos Aires.

En lo que va del año, sólo el mes de marzo (cuando estalló el conflicto del campo) había presentado una caída similar o incluso superior. En el acumulado de los dos primeros cuatrimestres del año, la cantidad de escrituras fue levemente superior a la del mismo período de 2007 (una suba de 0,56%); medidas por monto, el alza fue más significativa: 9,44% de crecimiento respecto de los primeros ocho meses del año pasado.

Comparada con julio, la cantidad de operaciones cayó un 17,44% y el monto involucrado descendió un 15,26 por ciento.

Fuentes del mercado atribuyeron estas caídas a diversos factores, entre los que se encuentran el enfriamiento de la economía argentina, la incertidumbre causada por la situación internacional y la implementación del Código de Oferta de Transferencia de Inmuebles (COTI) por parte de la AFIP.

"La caída en las escrituras responde al enfriamiento de la economía del país", afirmó Víctor Di Capua, presidente del Colegio de Escribanos de la ciudad de Buenos Aires. "Ya no hay nuevas compras de lotes, como había el año anterior para nuevas construcciones."

La institución que preside presupuestó para el período comprendido entre el 1° de julio de este año y el 30 de junio de 2009 una baja del 15% en la cantidad de escrituras sobre el ejercicio anterior. "Nosotros ya calculábamos que la tendencia era la de un amesetamiento a la baja", indicó Di Capua, aunque aclaró que en el mediano plazo la crisis de los mercados internacionales podría derivar en que más gente se vuelque "en el refugio de los ladrillos" y haga remontar la actividad inmobiliaria.

De los datos difundidos ayer se desprende que la propiedad promedio vendida en agosto costó 227.374 pesos, casi 30.000 pesos menos que la unidad promedio transferida un año atrás.

Según el presidente de la Cámara Argentina de la Propiedad Horizontal y Actividades Inmobiliarias, Horacio Bielli, esto podría haber ocurrido porque "con el tema del COTI [lanzado en abril para blanquear el valor de las propiedades] se han retirado del mercado inmuebles de gran valor, y eso ha disminuido la oferta".

El presidente de JT Inmobiliaria, Jorge Toselli, señaló que "recién en septiembre y octubre se está notando una mejor predisposición de los propietarios a inscribir sus inmuebles en el COTI". En agosto todavía se registraba una cierta reticencia a esta nueva modalidad por parte de los dueños de casas y departamentos de precios superiores a los $ 300.000 (el piso para entrar en el nuevo registro de la AFIP).

Falta de crédito

Respecto de la caída en las escrituras, Toselli mencionó "la falta de crédito" como principal factor que frenó el crecimiento en las operaciones de departamentos chicos. "Además, el conflicto del campo continúa y nosotros vendíamos mucho a la gente del interior. En todo el año hemos vendido sólo dos departamentos a dos personas del interior, mientras que el año pasado vendíamos 7 u 8 por mes", graficó.

Bielli sostuvo que la caída en la venta de inmuebles en territorio porteño está relacionada con "la desaceleración de la actividad en general" y en particular con el alza de precios. "El problema inflacionario es el que más está complicando el sector, porque los costos de la construcción siguen subiendo y el mercado ya no aguanta un incremento en los precios", añadió.

Por su parte, Roberto Tizado dijo que la baja no se notó en el sector en que se especializa su inmobiliaria: clientes de mayor poder adquisitivo, que compran en toda la zona norte. "En cambio, zonas más típicas de la clase media, como Flores, Almagro o San Telmo son mercados que requieren de crédito hipotecario, y la inexistencia de crédito provoca que se resientan las ventas", sostuvo.