martes, febrero 23, 2010

Los precios de las propiedades bajan en todo el mundo menos en la Argentina

Horacio Riggi, editor de Negocios.

La economía de la Argentina suele descolocar a los mejores analistas. Una prueba de ello es la célebre frase de Paul Samuelson: “en el mundo hay cuatro tipos de países: los desarrollados, los no desarrollados, Japón y la Argentina”. Así, quien supo revolucionar la economía y obtuvo el Premio Nobel en 1970, hacía notar que el país tenía un funcionamiento digno de un estudio particular.

Y la frase de Samuelson se puede aplicar hoy a la perfección para observar por qué los precios de las viviendas bajan en el mundo pero no en la Argentina. Hasta en ciudades como Londres o Nueva York, dónde las propiedades son casi commodities, los valores se depreciaron durante la última crisis financiera. Sin embargo, en Buenos Aires, el precio del m2 siguió estable en la mayoría de los barrios, e incluso subió en zonas como Palermo, Belgrano o Puerto Madero.

La historia también indica que el valor de un dos ambientes en Capital está lejos de tener una carrera progresiva a lo largo de los años. Mientras que en los ‘70 el m2 costaba u$s 1.000, en los ‘80 llegó a valer alrededor de u$s 300. Luego en los ‘90 se volvió a planchar en u$s 1.000, y ahora hay barrios donde llega a los u$s 5.000, aunque el promedio es de u$s 2.300.

Con estos precios, los desarrolladores están de festejo en el país. De todas formas, aclaran que si despega el crédito hipotecario –los bancos comenzaron a ofrecer algunas líneas, pero aún están lejos de llegar a ser masivos, o de estar al alcance de la clase media– el precio de las propiedades no caerá porque aumentará la demanda, aunque también la oferta. Dicha hipótesis forma parte más de un deseo que de una lógica de mercado.

Sin embargo, la sorpresa que se da en la Argentina porque los precios no bajan, también se produce en España, pero porque los valores no paran de caer. Para tratar de entender qué fue lo que ocurrió en la Madre Patria, habría que empezar por el beneplácito con el que el mundo económico y financiero recibía las reformas estructurales de España en la década del ‘90.

En ese momento, lo que pocos explicaron es que la clave del impulso que tomó la economía española se debió a la conformación del euro en 1999 y la puesta en práctica del sistema comunitario, dos años más tarde.

El economista Miguel Bein escribió: “durante los años ’90, el muy desarrollado sistema financiero español prestaba con garantía hipotecaria para compra de vivienda en pesetas a una tasa promedio del 15% anual. Con el cambio de moneda, a partir del ’99, empezó a prestar en euros a un cinco por ciento anual”.

La consecuencia de lo que dice Bein fue una impresionante caída de la cuota hipotecaria, situación que generó un despegue de compras cuando esas cuotas pasaron a costar menos que un alquiler. Al mismo tiempo, España se convirtió con esta situación en el nuevo centro neurálgico para la atracción de capitales europeos. Esta situación generó el famoso boom de la construcción en ese país, que fue perdiendo fuerza a medida que aumentaban los precios de las viviendas en España y quedaban casi igualados a los de las viviendas de las reales potencias de Europa.

Crisis

El 2007 cuando la crisis hipotecaria tiene su epicentro en los Estados Unidos encuentra a España manteniendo una sobreoferta de todo tipo de construcciones. Esa es la burbuja que explotó. Por eso hoy el desempleo llega a niveles cercanos al 20% y por eso el mercado del real estate en España está inmerso en una crisis de la que no se sabe cómo saldrá. Esa burbuja (que ya no es) también hace que ahora los analistas noten que las reformas estructurales que veían en España sean difusas como lo que veían cuando aseguraban que la Argentina de los ‘90 era de Primer Mundo.

Si se le otorga todo el crédito a Samuelson se podrá decir que los precios en la Argentina no tienen por qué seguir una lógica. Ahora si se ve la realidad de lo que pasa por estos momentos en el mundo, da la sensación de que para que los precios bajen, la Argentina va a tener que contar con una oferta mayor a la que hoy existe. Y mientras el dinero no llegue a través de los créditos, la posibilidad de tener un valor menor en el precio de las propiedades, o de poder acceder a comprarlas va a seguir siendo un privilegio para algunos y un negocio para muy pocos.

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