sábado, julio 21, 2007

Cuando la política y el urbanismo se apoyan

Por Luis J. Grossman
LA NACION 18 DE JULIO

En la misma semana -la última- se sucedieron dos episodios de singular intensidad. Primero fue la presentación, en el gran espacio auditorio del Malba, del último libro del arquitecto Rubén Pesci, Ambitectura , una obra que sin duda merecerá para su análisis exhaustivo un espacio que supera los límites de esta columna. En el curso del acto habló el prologuista del libro de Pesci, el profesor greco-norteamericano Nikos Salingaros, matemático y a la vez renombrado teórico de arquitectura y urbanismo. Por supuesto, el autor del meduloso ensayo, cuyo subtítulo Hacia un tratado de arquitectura, ciudad y ambiente revela las ambiciosas metas de la obra, cerró la presentación con sus palabras. Entonces, ante la conjunción de aquellos dos discursos y las lúcidas personalidades que los emitieron, me pareció harto atractiva la posibilidad de concertar una plática, almuerzo mediante, al día siguiente.

Como el puchero no es un plato frecuente en la experiencia gastronómica del profesor Salingaros, la propuesta de Pesci nos pareció excelente en una jornada fría y soleada del invierno porteño. Y el puchero tiene, además, un clima coloquial que no se da a menudo: el hecho de tener en el centro dos fuentes humeantes, de la que los comensales van eligiendo sin apuro, mientras se formulan comentarios, juicios e incluso teorías; es una experiencia que sólo se parece a un asado criollo, o a una bagna cauda.

Entonces, a medida que se desgranaban ideas acerca de los objetivos que tuvo Pesci al elaborar el volumen presentado en la víspera, surgieron conceptos que trataré de condensar en las líneas que siguen.

A través de la acción proyectual y docente del grupo CEPA de La Plata, que fundó y dirige desde hace casi cuatro décadas el arquitecto Pesci, y de la revista A/mbiente, editada por el mismo equipo, son conocidos los principios de sustentabilidad que promueve obstinadamente, desde tiempos en los que esa escala de valores no estaba incorporada en la cultura de la época. Como Salingaros participa de criterios análogos en su evaluación de la arquitectura y el urbanismo contemporáneo, la pregunta que le formulé apuntaba a saber en qué medida esa preocupación llegaba a la esfera de los políticos.

Entonces apareció en la charla el nombre de Al Gore, el ex vicepresidente norteamericano, que hizo de la prédica por la defensa del medio ambiente humano una bandera de su política.

Señaló Salingaros que en una reciente reunión del American Institute of Architects, el célebre AIA, había una larga fila de profesionales -entre los cuales estaban los más reconocidos en la actualidad- ansiosos por escuchar los argumentos de Gore. Lo mismo acontece en Gran Bretaña, donde el príncipe Carlos, junto con León Krier acometen experiencias urbano-arquitectónicas como la de Poundbury, en las que, más allá de discutibles planteos estilísticos, se alcanzan soluciones exitosas en cuanto al respeto por el paisaje y el ambiente, la escala humana y un criterio igualitario. De esta cuestión y de un juicio del colega portugués Eduardo Souto de Moura acerca de lo sostenible hablaremos muy pronto.

luisjgrossman@gmail.com

1 comentario:

Maestro de buenos aires dijo...

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