"¿Qué hay que hacer para que un barrio se convierta en Zona Típica?" . Ésa es la consulta más frecuente que reciben, todos los días, en el Consejo de Monumentos Nacionales. Los últimos que lo lograron fueron los vecinos del Conjunto Empart de Ñuñoa, en Salvador con Grecia.
Romina de la Sotta Donoso
Romina de la Sotta Donoso
Todos los días, al Consejo de Monumentos Nacionales (CMN) llegan una o dos consultas ciudadanas. En los dos últimos años, la pregunta más frecuente ha sido qué hay que hacer para que un barrio se convierta en Zona Típica, categoría de Monumento Nacional que involucra a dos o más inmuebles.
"Desde 2005 a la fecha hay una explosión de declaratorias de zonas típicas, más bien de carácter urbano. Los vecinos se organizan y la piden", comenta Óscar Acuña, secretario ejecutivo del CMN. "Existe una sensación ciudadana de que la Zona Típica permite que se conserven los valores intangibles que la gente reconoce en sus propios barrios", agrega.
Así es como actualmente son 106 las zonas típicas, de un universo total de 1.219 monumentos nacionales.
"Se habla mucho de apatía, pero la verdad es que por temas patrimoniales, la gente es capaz de movilizarse. Hay una efervescencia en ese sentido", opina Acuña.
Un buen ejemplo fueron las 2.300 firmas de propietarios y residentes que reunió Vecinos por la Defensa del Barrio Yungay, y logró declarar una Zona Típica de 116 hectáreas a inicios de 2009.
Sin embargo, los vecinos no siempre han sido los protagonistas del patrimonio. "Antes, veíamos las zonas típicas con una mirada de belleza estética. Un punto de inflexión lo marcó la solicitud del Pueblo Lo Espejo", recuerda el arquitecto del CMN Christian Matzner, y continúa: "Era muy interesante y completa, y daba cuenta de la organización de los vecinos, que eran más de cien. Había un carnicero que por iniciativa propia había escaneado miles de fotos antiguas, de los años 40, y tenían un proyecto de recuperación para la estación de trenes. Desde entonces, se empezaron a ver aspectos intangibles del valor cultural de un sector".
Eso fue hace ocho años.
Esa Zona Típica, delimitada por las calles Centenario, Astaburuaga y Jorge Guerra, apunta Matzner, "es un sector histórico, fundacional, y posee casonas centenarias, aunque deterioradas, junto a viviendas más austeras".
José Aro (78) -presidente del Centro para el Desarrollo Arquitectónico y Cultural del Pueblo Lo Espejo- trabajó en la Maestranza de Lo Espejo hasta que se cerró, en 1976. "Postulamos a Zona Típica porque queríamos preservar el Pueblo. Hay costumbres que se mantienen vivas, como nuestra forma de saludarnos, bien afectuosa, tomándonos del brazo al dar la mano. La gente quiere que esto se mantenga", dice.
Cuenta que "recuperar la estación -cerrada desde 1978- como centro cultural y reforestar el Parque Landaeta son el sueño de los vecinos. Vamos a ir proyecto por proyecto hasta conseguirlo. Para pintar las fachadas buscamos ayuda de los privados, y Sherwin Williams nos apoyó. Además, instalamos 32 luminarias peatonales".
A esta defensa ciudadana se han integrado nuevas generaciones de residentes. Por ejemplo, Fernanda Venegas (24), licenciada en historia en la USACh: "Crecí escuchando lo que contaban mis abuelos, del auge que hubo con la estación, de las casas-quinta que había antes. ¡Aquí había hasta un cine! Para que eso no se olvide, fundamos la Agrupación de Educación Patrimonial. Queremos activar rutas educativas en el Pueblo y promoverlas en los colegios".
Ayer, en el Pueblo Lo Espejo hubo una fiesta patrimonial para inaugurar ocho mosaicos que narran la historia del sector.
Viviendas sociales
Ayer también hubo una fiesta patrimonial en el Conjunto Empart de Ñuñoa, cuya declaratoria como Zona Típica se publicó esta semana en el Diario Oficial.
Se trata de siete hectáreas, 2,5 de ellas áreas verdes, que incluyen 45 bloques de cuatro pisos, ubicados entre Suárez Mujica, Salvador, Grecia y Lo Encalada.
"Este conjunto corresponde a la vivienda social del Hoff Vienés, prototipo que se dio en toda Europa. Aquí, la manera en que se disponen los volúmenes en los espacios genera calidad de vida", explica Matzner.
"Esto era parte de la chacra Lo Encalada. Lo compró la Caja de Previsión de Empleados Particulares, y se construyó en los 40", recuerda Carolina Videla (53), matrona, quien lideró la solicitud en 2008.
"Los más antiguos no querían perder lo que había sido patrimonio de sus padres, y aquellos que, como yo, habíamos llegado hacía veinte años, quisimos protegernos de las inmobiliarias. Se estaba cambiando el plano regulador de la comuna, y no sabíamos qué iba a pasar", recuerda.
Tras estudiar una solicitud de declaratoria, el CMN vota el caso. Si se aprueba, se entregan los antecedentes al Ministerio de Educación, para que finalmente haya una toma de razón de la Contraloría. Este proceso puede demorar desde dos meses a un año.
"Hay un vacío legal que nos inquieta, y por eso entregamos un proyecto al Ministerio de Educación pidiendo una norma que suspenda los otorgamientos de permisos de edificación en el área protegida durante un plazo prudente", dice Óscar Acuña.
Porque precisamente eso sucedió en la Zona Típica Emilio Delporte (Providencia): en ese lapso se aprobó un anteproyecto de un edificio de siete pisos. El caso hoy está en el Consejo de Defensa del Estado.
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