A pesar de que en el mundo se desató una crisis financiera internacional sin precedentes, dónde los precios de los commodities y de los bienes durables siguen sin encontrar su piso, los argentinos prefieren, como muchas veces antes lo hicieron, vivir en una película de ficción. De hecho, era tan ilógico que durante los ‘90 la Argentina tuviera la moneda atada uno a uno al dólar estadounidense, ya que sólo medido por productividad ambas economías son incomparables, como ahora ver que el metro cuadrado (m2) en barrios privilegiados de Miami es más barato que en los porteños Balvanera o Constitución. Algo no está bien, y si la lógica funciona tal situación no puede durar mucho tiempo.
Si se repasa la historia reciente se encuentra que el m2 en la Argentina costaba cerca de u$s 1000 durante los ‘70, cuando el país era gobernado por los militares y conducido económicamente por José Alfredo Martínez de Hoz. Luego, durante el gobierno de Raúl Alfonsín, el m2 supo caer en promedio hasta los u$s 300, para luego volver a costar u$s 1000 con Carlos Menem en el poder. Hoy en Buenos Aires el m2 llega hasta los u$s 5000.
Es verdad que el dólar sufrió durante el último año y medio una depreciación cercana al 70% con respecto a otros patrones como el euro, y en algún momento también se devaluó fuerte contra el petróleo y otras commodities. Sin embargo, más allá de lo poco que hoy vale el dólar en el mundo, los precios de los departamentos en Buenos Aires están sin dudas sobrevaluados. La consecuencia de tal situación la pagan los inquilinos, para quienes el precio que deben abonar de forma mensual es directamente proporcional al valor de la propiedad que habitan.
Horacio Riggi
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