Vecinos de la Ciudad de Buenos Aires están reunidos con la Comisión de Planeamiento Urbano de la legislatura para debatir desde tres escalas interrelacionadas: los problemas vecinales durante los trabajos de construcción, la destrucción de patrimonio cultural y el colapso de los servicios públicos.
La complejidad del tema amerita un análisis que avance más allá de la responsabilidad del ingeniero o arquitecto a cargo de una obra. A continuación están las reflexiones de Gustavo Desplats, dirigente de Protocomuna Caballito, y del arquitecto Rodolfo Livingston impulsor de la construcción sustentable.
En 2007 Caballito fue el epicentro de una serie de reclamos contra la construcción de torres que perjudicaban la calidad de vida de los habitantes. Luego de tres años, el derrumbe en Villa Urquiza reavivó la alerta. Según explicó Desplats a ComAmbiental, el panorama no mejoró.
En los cimientos del problema. Desde una perspectiva más global, Desplats retrocedió en el tiempo y se refirió a la distribución poblacional en la Argentina.
Al respecto, el arquitecto Rodolfo Livingston fue claro en el programa 678. "El negocio ciega a la gente" expresó, en referencia a que en los planos "solo se ve la inversión" en lugar de contemplar cómo van a vivir los vecinos y los propios habitantes de la nueva obra.
Por eso Livingston recordó que "la propiedad privada tiene que estar en función social". Y propuso que se limite el precio de los terrenos para promover construcciones bajas que tienen menor impacto ambiental y al mismo tiempo proteger edificios históricos.
La complejidad del tema amerita un análisis que avance más allá de la responsabilidad del ingeniero o arquitecto a cargo de una obra. A continuación están las reflexiones de Gustavo Desplats, dirigente de Protocomuna Caballito, y del arquitecto Rodolfo Livingston impulsor de la construcción sustentable.
En 2007 Caballito fue el epicentro de una serie de reclamos contra la construcción de torres que perjudicaban la calidad de vida de los habitantes. Luego de tres años, el derrumbe en Villa Urquiza reavivó la alerta. Según explicó Desplats a ComAmbiental, el panorama no mejoró.
"Hoy la Ciudad está dividida en dos modelos constructivos diferentes. En unos pocos barrios –esto es en Villa Urquiza, Villa Pueyrredón, Caballito, Almagro, Flores, Belgrano, Coghlan y Núñez- tenemos una superexplotación del suelo, mientras que en otros como Soldati, Villa Constitución o Parque Patricios hay una falta absoluta de construcción.
En cantidad de metros cuadrados estamos prácticamente igual que el pico de los años ’70, pero en ese momento se construía en todas partes, en cambio desde hace 8 años, el 60% se construye solo en 8 o 9 barrios.
Por ejemplo, Caballito representa el 3% del territorio de la Ciudad pero desde 2002 participó de entre el 8 y el 15% de todo lo que se construyó en la Ciudad. Cada porciento arriba del 3% que se construyó en Caballito es lo que no se construyó en otro barrio."
En los cimientos del problema. Desde una perspectiva más global, Desplats retrocedió en el tiempo y se refirió a la distribución poblacional en la Argentina.
"El problema está en el desmesurado crecimiento de la Ciudad de Buenos Aires -a mi entender- de los primeros 50 años del siglo XX. La Ciudad de Buenos Aires tiene 3 millones de habitantes que representan el 8% de la población argentina, concentrada en el 0.007% del territorio nacional.
Tiene 15.000 habitantes por kilómetro cuadrado, cuando el promedio en el país es de 11 habitantes por kilómetro cuadrado. Y que esconde a su vez la asimetría de 30.000 hab/km2 en barrios como Caballito y de 2.500 hab/km2 como en Villa Riachuelo.
En los últimos años el 28% de todo lo que se construyó en la Argentina se construyó en la Ciudad de Buenos Aires. No hay un motivo para que tenga que ser así. No hay ninguna ciudad europea que tenga más de 15.000 hab/km2. Y por eso el valor de la tierra es muy alto."
Al respecto, el arquitecto Rodolfo Livingston fue claro en el programa 678. "El negocio ciega a la gente" expresó, en referencia a que en los planos "solo se ve la inversión" en lugar de contemplar cómo van a vivir los vecinos y los propios habitantes de la nueva obra.
Por eso Livingston recordó que "la propiedad privada tiene que estar en función social". Y propuso que se limite el precio de los terrenos para promover construcciones bajas que tienen menor impacto ambiental y al mismo tiempo proteger edificios históricos.
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