Pasadas las 8, cuando Higinio Quiñónez, de 60 años, se preguntaba por qué su hijo no había llegado aún a la obra, se abrió el portón de lata. De riguroso traje gris, el subsecretario de Fiscalización y Trabajo, Julio Casavelos, llegaba junto a su equipo de inspectores y a un agente de la Policía Federal al predio de Bauness 1956 para comprobar una denuncia: según la Unión Obrera de la Construcción (Uocra), el 100% de los trabajadores del lugar estaba sin registrar. Dos horas después, con la presencia de autoridades del gobierno de la ciudad, se suspendió la obra.
"Esto tenía que pasar. Hace un mes que trabajo acá; no conocemos al patrón y no sé ni cuánto voy a ganar. Cada tanto, el capataz nos da un vale o nos tira unos pesos los viernes", se queja el misionero Quiñónez, uno de los 22 obreros que trabajaba en negro en lo que será una torre de 17 pisos, con dos plantas de cocheras y piscina, en Villa Urquiza. "No nos dan trajes de protección. Nos largan con un casco, y a trabajar. Con esta diabetes, si me llego a cortar, no cuento más el cuento", dice. Su capataz, Miguel Angel Alcaraz, acota que, comparada con otras obras que dirigió, ésta tiene seguridad: "He visto levantar torres, con mayoría de empleados paraguayos, a los que no se les entregaba ni un casco".
La realidad de esta cuadrilla de obreros, que trabaja sin los mínimos elementos de seguridad, por $ 6 la hora y sin obra social, se multiplica por miles en el país, donde la informalidad es la contracara del récord de la construcción. Según el Indec, en el último año se edificó un 15,2% más que un año antes y el nivel de actividad ya es el mayor de la historia. El empleo también es récord: durante el tercer trimestre de 2006 se crearon 352.237 puestos de trabajo y así se registró un aumento del 18,6% con respecto a igual período de 2005. Pero el 66,7% de los trabajadores está en la ilegalidad.
Al Ministerio de Trabajo también le consta la precariedad laboral: de las 6441 empresas constructoras relevadas en el último año, el 47% tenía algún empleado en negro. "Este año seguiremos poniendo énfasis en la construcción", promete Casavelos. Y agrega que, en función del trabajo realizado hasta ahora, "el núcleo más duro de informalidad se da por el fenómeno de la subcontratación".
Blanqueados a medias Eduardo es arquitecto, pero trabaja a la par de los obreros que contrata para la construcción. Viste jeans, zapatillas y remera, todo adornado con lunares de pintura clara. Está en el hall de un edificio en Sánchez de Bustamante y Beruti, en Palermo. Este arquitecto, que pidió no ser identificado con su apellido, habla de las múltiples formas de ilegalidad que en el sector se aplican. En su caso, tiene cuatro empleados fijos (dos oficiales y dos ayudantes) a los que mantiene en blanco. "Les hago los aportes y les pago lo que dice la ley", afirma. Agrega que a los oficiales les paga $ 3 y pico la hora. "En realidad, eso es lo que les pago en blanco. Después, les doy un adicional en negro. Si no, me comen los impuestos", se defiende. El salario que perciben sus obreros más preciados, los oficiales, es de $ 70 por día. A los empleados "blanqueados", el adicional en negro que les paga es del doble de lo que les factura en blanco. Pese a haber tenido una recuperación salarial más alta que el promedio (la evolución de ingresos sectorial fue del 33,6% y la de toda la población ocupada, del 22,4% el último año), el sueldo establecido por ley para los trabajadores de la construcción es de $ 827 mensuales, cifra que lo ubica entre los dos sectores peor pagos. Sólo el servicio doméstico, con $ 439, está por debajo de ese nivel. "Los salarios se fueron muy arriba por la gran demanda que hay", considera Eduardo, el arquitecto que, para conseguir personal, dice que a sus obreros les paga más de $ 8 la hora. Según la encuesta del Indec, el 35% de las constructoras que realiza obras privadas dijo haber tenido dificultades para satisfacer la demanda de personal. Entre las empresas vinculadas con el sector público, la cifra alcanzó al 37% el último año.
Indocumentados El arquitecto aporta un dato adicional a la problemática del sector: los indocumentados. Si bien admite que nunca tuvo empleados inmigrantes entre su cuadrilla porque dice que no le gustan, apunta que entre bolivianos, peruanos y paraguayos es entre quienes hay más empleo en negro. "Los veo trabajar de sol a sol. Son muy sumisos y nunca reclaman por sus derechos", dice.
El presidente de la Cámara Argentina de la Construcción, Carlos Wagner, prefiere hacer hincapié en la recuperación del sector y su aporte en la creación de empleo. "Es el que más trabajo genera", dijo a LA NACION no bien se conocieron las cifras de construcción del Indec, el viernes de la semana pasada. Aunque reconoció que el desafío es mejorar los informalidad, un "mal endémico" de la actividad, que se agrava entre los inmigrantes, muchos de los cuales viven ilegalmente. "Ahora, el consulado de Bolivia está haciendo un gran trabajo de nacionalización para que estén legales", destacó. El último lunes de enero, a las 7, en la esquina de Cobo y Curapaligüe, en el Bajo Flores, un grupo de bolivianos morochos y flacos espera. "¿Qué precisa, doñita?", se apuran a decir a coro. Se ofrecen para hacer de todo, pero la mayoría de los que conversan con LA NACION prefiere la construcción. Charly es un boliviano de 40 años que llegó a la Argentina en la década del 80, cuando convenía por el uno a uno. Ahora, en cambio, dice: "Con mis hijas, apenas comemos". Nunca consiguió un trabajo estable y hace años que se traslada a Flores, en colectivo, desde su casa de Vicente López. "Acá nos buscan para cosas chicas de albañilería", cuenta. "En una mañana terminamos; nos pagan, y a buscar de nuevo". Sus compañeros, parcos y sin intenciones de soltar sus verdades, empiezan a sumarse. Dicen que siempre se les paga en negro: reciben $ 7 por hora. "Es difícil cuando uno no tiene papeles", se le escapa a uno. Un peruano de 20 años también llega a la esquina de Flores para ganarse el día. Se ofrece como ayudante de albañil. Como a sus demás compañeros, le molesta contar sus pesares. No da su nombre y lo espanta la posibilidad de una foto. Se hacen las 8. "¿Por qué se va, doñita?", dice alzando la voz uno al que se le hizo tarde y acaba de llegar pedaleando. Cree que sus compañeros, poco persuasivos, están dejando escapar a una clienta. "Con la falta que hace el trabajo...", dice, rezongando bajito.
Verónica Dema La prioridad del Gobierno
El subsecretario de Fiscalización, Trabajo y Seguridad Social, Julio Casavelos, al frente del operativo de ayer en Villa Urquiza, dijo que la formalización de la construcción es "prioridad" del Gobierno. "Cuando empezamos, había 20 inspectores; hoy, son 400", contabilizó, para demostrar los avances del área. Según sus registros, en 2006 se inspeccionaron 167.000 empresas de diversos rubros y la construcción estuvo entre las más irregulares. Agregó que este año se intensificarán las acciones del plan que viene implementándose desde 2003 y dijo que el mayor énfasis estará en la construcción y en el campo.
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