El ahorro de los argentinos que más se benefician por el auge económico no encuentra instrumentos a través de los cuales canalizarse, más allá de la fuga, el adelanto de consumos y, por sobre todo, los inmuebles. El sector de la construcción y los negocios inmobiliarios son los más beneficiados en un contexto de auge económico con alta inflación.
La actividad de la construcción creció un 18,2% interanual en mayo de este año, y acumula un crecimiento mensual interanual promedio del 10,8% en los últimos meses, según el Índice Sintético de Actividad Económica que elabora Economía & Regiones (E&R).
La inversión en ladrillos de los ahorros de los argentinos tiene mucho que ver con este boom de la construcción, según argumenta el informe de la consultora.
La incertidumbre que implica un año electoral, sumado a la tasa de interés real negativa de los plazos fijos, y el avance sobre la propiedad de empresas privadas hace que esta actividad sea la elegida como opción de inversión de menor riesgo, señala E&R.
Salvo que hablemos de un inversor muy sofisticado, no quedan muchas más opciones que el ladrillo o el adelanto de consumos para utilizar los ahorros familiares, comentó Mario Sotuyo de E&R.
El ladrillo es uno de los instrumentos de ahorro, o al menos de resguardo de valor, preferido por parte de las familias argentinas con poco apetito por el riesgo y baja sofisticación financiera. Esa alternativa es parte de un menú de opciones que incluye también al depósito a plazo fijo y la especulación con divisas, en especial el dólar. Pero ante el desempeño modesto de esas dos opciones, la primera pasa a ser la favorita.
Según el Monitor de Inversiones Minoristas que elabora el Center for Business Research and Studies (CBRS) de la Universidad de Palermo, si un ahorrista depositara hoy $100 en un plazo fijo a 12 meses, dentro de un año contará con $111, pero que por efecto de una inflación estimada en el 20% servirá para comprar la misma cantidad de bienes y servicios que hoy se obtiene con $90,2. Es decir, perderá dinero.
De la misma manera, si se compran dólares por valor de $100, dentro de un año se contará con el equivalente a $87, mientras que si se opta por euros, se contará con $88 pasados 12 meses.
Según Pablo Schiaffino, coordinador general de investigación del CBRS, el ahorro de los argentinos ha tenido muchos incentivos para dirigirse hacia las inversiones inmuebles y muy pocos para destinarse a las otras inversiones tradicionales.
La acumulación de excedentes monetarios de los últimos coincidió con bajas tasas de interés que generaron incentivos para redirigir esos flujos hacia bienes inmuebles, comentó Schiaffino. En primero lugar, los precios vienen subiendo desde 2002, segundo, una propiedad difícilmente pueda ser expropiada o defaulteada y, tercero, desde la crisis de 2001 puede existir cierta aversión hacia lo poco palpable: el ladrillo se toca, los bonos no, detalló.
Como resultado del exceso de demanda por ladrillos, los precios de los inmuebles se dispararon. Según un informe de la la sociedad de bolsa Tavelli & Cia., en el primer semestre del año el valor de los inmuebles de Capital Federal subió más que las acciones que componen el Merval Argentina.
Así, son pocos los que optan por tomar un poco más de riesgo e invertir en valores de renta variable local, apalancando con sus ahorros el avance de las empresas nacionales.
El fenómeno, posible sólo en un país que entró en default en 2001, es de tal intensidad que algunos especialistas argumentan la preferencia por los inmuebles como resguardo de valor por parte de los sectores más pudientes explicaría las dificultades para el acceso a la vivienda por parte de las clases medias y bajas.
En ese sentido, el economista de la Universidad Torcuato Di Tella, eduardo Levy Yeyati, sugirió en su blog la posibilidad que la Argentina sufra una enfermedad holandesa inmobiliaria.
Se habla de enfermedad holandesa cuando un sector de la economía se despega del resto por su rentabilidad, y su mayor riqueza se traduce en aumentos de precios en bienes no transables (los que no se exportan ni se importan, como los inmuebles) que son sufridos por aquellos que no participan de las ganancias de las actividades más dinámicas.
El boom de commodities que beneficia al propietario de un campo, combinado con el uso del ladrillo como alternativa de inversión, puede estar empujando los precios de las propiedades en zonas prime, derramando esta inflación inmobiliaria hacia zonas y propiedades orientadas a sectores con ingresos laborales que, sin ahorros, ve alejarse la posibilidad del techo propio, señala Levy Yeyati.
Buena parte del valor generado por el sector agroexportador y la industria que exporta a Brasil, los sectores más dinámicos de la economía, tiene por destino la inversión inmueble, bienes de consumo durable como automóviles y fuga de divisas, coincidió Mario Sotuyo de E&R.
Además de las tasas de plazos fijos negativas y el contexto inflacionario, entre todos los analistas consultados la falta de confianza en inversiones sofisticadas propia de la cultura post default también juega su rol en esto. Existen inversiones más rentables, pero sólo las utilizan inversores sofisticados, concluyó Sotuyo.
La actividad de la construcción creció un 18,2% interanual en mayo de este año, y acumula un crecimiento mensual interanual promedio del 10,8% en los últimos meses, según el Índice Sintético de Actividad Económica que elabora Economía & Regiones (E&R).
La inversión en ladrillos de los ahorros de los argentinos tiene mucho que ver con este boom de la construcción, según argumenta el informe de la consultora.
La incertidumbre que implica un año electoral, sumado a la tasa de interés real negativa de los plazos fijos, y el avance sobre la propiedad de empresas privadas hace que esta actividad sea la elegida como opción de inversión de menor riesgo, señala E&R.
Salvo que hablemos de un inversor muy sofisticado, no quedan muchas más opciones que el ladrillo o el adelanto de consumos para utilizar los ahorros familiares, comentó Mario Sotuyo de E&R.
El ladrillo es uno de los instrumentos de ahorro, o al menos de resguardo de valor, preferido por parte de las familias argentinas con poco apetito por el riesgo y baja sofisticación financiera. Esa alternativa es parte de un menú de opciones que incluye también al depósito a plazo fijo y la especulación con divisas, en especial el dólar. Pero ante el desempeño modesto de esas dos opciones, la primera pasa a ser la favorita.
Según el Monitor de Inversiones Minoristas que elabora el Center for Business Research and Studies (CBRS) de la Universidad de Palermo, si un ahorrista depositara hoy $100 en un plazo fijo a 12 meses, dentro de un año contará con $111, pero que por efecto de una inflación estimada en el 20% servirá para comprar la misma cantidad de bienes y servicios que hoy se obtiene con $90,2. Es decir, perderá dinero.
De la misma manera, si se compran dólares por valor de $100, dentro de un año se contará con el equivalente a $87, mientras que si se opta por euros, se contará con $88 pasados 12 meses.
Según Pablo Schiaffino, coordinador general de investigación del CBRS, el ahorro de los argentinos ha tenido muchos incentivos para dirigirse hacia las inversiones inmuebles y muy pocos para destinarse a las otras inversiones tradicionales.
La acumulación de excedentes monetarios de los últimos coincidió con bajas tasas de interés que generaron incentivos para redirigir esos flujos hacia bienes inmuebles, comentó Schiaffino. En primero lugar, los precios vienen subiendo desde 2002, segundo, una propiedad difícilmente pueda ser expropiada o defaulteada y, tercero, desde la crisis de 2001 puede existir cierta aversión hacia lo poco palpable: el ladrillo se toca, los bonos no, detalló.
Como resultado del exceso de demanda por ladrillos, los precios de los inmuebles se dispararon. Según un informe de la la sociedad de bolsa Tavelli & Cia., en el primer semestre del año el valor de los inmuebles de Capital Federal subió más que las acciones que componen el Merval Argentina.
Así, son pocos los que optan por tomar un poco más de riesgo e invertir en valores de renta variable local, apalancando con sus ahorros el avance de las empresas nacionales.
El fenómeno, posible sólo en un país que entró en default en 2001, es de tal intensidad que algunos especialistas argumentan la preferencia por los inmuebles como resguardo de valor por parte de los sectores más pudientes explicaría las dificultades para el acceso a la vivienda por parte de las clases medias y bajas.
En ese sentido, el economista de la Universidad Torcuato Di Tella, eduardo Levy Yeyati, sugirió en su blog la posibilidad que la Argentina sufra una enfermedad holandesa inmobiliaria.
Se habla de enfermedad holandesa cuando un sector de la economía se despega del resto por su rentabilidad, y su mayor riqueza se traduce en aumentos de precios en bienes no transables (los que no se exportan ni se importan, como los inmuebles) que son sufridos por aquellos que no participan de las ganancias de las actividades más dinámicas.
El boom de commodities que beneficia al propietario de un campo, combinado con el uso del ladrillo como alternativa de inversión, puede estar empujando los precios de las propiedades en zonas prime, derramando esta inflación inmobiliaria hacia zonas y propiedades orientadas a sectores con ingresos laborales que, sin ahorros, ve alejarse la posibilidad del techo propio, señala Levy Yeyati.
Buena parte del valor generado por el sector agroexportador y la industria que exporta a Brasil, los sectores más dinámicos de la economía, tiene por destino la inversión inmueble, bienes de consumo durable como automóviles y fuga de divisas, coincidió Mario Sotuyo de E&R.
Además de las tasas de plazos fijos negativas y el contexto inflacionario, entre todos los analistas consultados la falta de confianza en inversiones sofisticadas propia de la cultura post default también juega su rol en esto. Existen inversiones más rentables, pero sólo las utilizan inversores sofisticados, concluyó Sotuyo.